Tumbada encima del puente de la vida, veo pasar el tiempo frío, que me acerca a un invierno tranquilo y placentero, donde todo me pertenece, con un poleo en la mano, y los sueños en mi mente, siempre activos, de colores brillantes de la vida mía.
Leo y escribo, las mañanas pasan deprisa pensando en otras mañanas de paseo y risas, de frío y guantes en invierno, de cubos y pelotas en el verano.
Y todo pasa hasta lo malo, y no pasa antes lo bueno, solo el estar bien hace que te quedes sola antes, y vuelva la vida y el sentimiento, mis noches tardías, y las madrugadas sin sueño.
Dejare que me abrace el invierno sin tus manos, y me costara salir de nuevo a la calle, te veré un día a la semana que antes era mía completa, y buscare el canto de los pájaros que en el invierno se oirán poco.
Apartare de mi la tristeza, marchare cada tarde a pasear sin ti, pero no me quedare aquí sola, llorando como si hubieses muerto, por que eso no pasara jamás, mis ojos se cerraran felices al verte crecer, y te seguiré cuidando desde el otro lado.
Eres muy importante para mi, volví a ser madre en la madurez de mi vida, cuando nada pequeño revoloteaba en mis días, y apareciste tendiéndome las manos como puente al olvido de las cosas, y ahora pequeña mía, te recuerdo en cada rincón de la casa, en cada banco del parque, en cada pájaro que los árboles protegen, y que me recuerda las cosas que te enseñe, y lo pronto que aprendiste querida Andrea.